Organización política.
La sociedad maya se dividía, en sus inicios, entre una élite dominante y una masa de plebeyos. Este orden se sostenía mediante la fuerza militar y la tradición religiosa. Pero el crecimiento sostenido de los estados mayas propició la aparición de clases económicas y políticas más complejas.
Por eso, posteriormente se distinguió entre sacerdotes de bajo rango, soldados, artesanos, funcionarios, campesinado y la servidumbre, o los esclavos capturados de otras culturas vecinas.
A diferencia de los aztecas o los incas, los mayas no conformaron un sistema político central, es decir, un estado o reino único. En su lugar, preferían la convivencia de Estados y cacicazgos diversos, que alcanzaban eventualmente un dominio regional temporario.
Sin embargo, sus gobiernos consistían siempre en variantes de la monarquía teocrática, es decir, de un rey impuesto por voluntad divina, elegido entre una élite política. Por ende, las intrigas y alianzas entre castas eran un asunto frecuente y polémico.
Además, los mayas fueron guerreros asiduos y enfrentaron numerosos conflictos políticos y militares a lo largo de su historia. En parte porque los distintos reinos mayas competían entre sí por predominancia regional.
Por otro lado, la cultura bélica era central en la concepción del mundo maya: eran prácticas comunes la humillación o el sacrificio físico de los guerreros vencidos, así como recompensar a los guerreros victoriosos con partes del cuerpo de los caídos. Sus armas predilectas fueron siempre las cerbatanas, las espadas de obsidiana y sobre todo los atlatl, una suerte de lanzas largas.